Blogoteca 20 Minutos

miércoles, 26 de mayo de 2010

Corazón fatigado. Cap. 8. EMBARAZADOS.

- Me apetecen pistachos iraníes, cari.

Domingo, Día del Señor, cuatro de la tarde. Resopón tras la comida. Multicines de A3 en su máximo esplendor. Película prometedora. Siestón del quince en ciernes. Ni un Cristo en la calle; bien por la hora que es, bien por la festividad del día en sí, bien porque están cayendo del cielo 94,2 litros de agua por metro cuadrado; también rayos y centellas.

- De esos que son alargados, Paco, y que cuando los abres son todo de color verde. Pero de los que venden a granel, eh, no de bolsa envasada al vacío, no, yo digo de los que venden al peso, ya sabes. Son un poco más caros pero están buenísimos. Ay, qué ganas tengo.
- ¿No te valen los que compramos ayer en el Mercadona? Te recuerdo que compramos 7 bolsas de esas de 500grs. cada una, osita.
- Es que he abierto una esta mañana y parecen cacahuetes salados. No son auténticos – me respondió haciendo un pucherito.

Cogí las llaves del coche y el tabaco, desestimé su preocupación ante el diluvio universal que amenizaba la tarde y, tras darle un besito de amor en los hociquillos, le dije que volvía enseguida, que por favor procurara no ansiarse que no tardaba nada, que lo primero es lo primero.

Así es el amor. Así es, y yo lo he tuteado. Por eso mismo pinté cinco veces la habitación de la criaturita. Primero amarillo Piolín, luego salmón Barça, azul magenta apastelado, un color así como de chupachups Kojak y, por último (y hasta nuevo aviso) lo hemos dejado en un rosa chicle (el que va dentro del chupachups, precisamente) con unas cenefas blancas. No le faltará de nada a mi niña. Le he instalado una pantalla LCD de 40” frente a la cuna. Una Sony Brava de esas. Para que mi princesa pueda ver sus Teletubis como dios manda. También le he atornillado en uno de los barrotes de la cuna un apéndice para poner el mando a distancia y que lo tenga a mano por si se agobia con tanta carantoña y tanto besito y quiere cambiar de canal. De todos modos, si no tiene ganas de ver la tele, como le he enchufado la PS3 también y le he dejado cerca el joystick, pues eso, que a su bola. Luego le he colgado también unos cuadros en las paredes: uno de Bruce Lee, otro de Spiderman y un tercero de la esponja esa con ojos que tanto les gusta a los chiquillos. Ha quedado fantástica.


- Disculpe, ¿tienen pistachos iranís a granel?.
Ni en el Opencor. Así que, tras unas vueltas a Barcelona, como todo lo demás estaba cerrado, cogí la Ronda de Dalt y tiré para las afueras.

Le he comprado ocho pijamitas del Barça, tres colchas, tres juegos de sábanas (con el escudo en el centro), patucos, baberos, cinco gorritos, tres bañadores, camisetas, calcetines, braguitas, chupetes..., todo con los colores de mi club. Todo menos los pañales, que son blancos (así, si quiere cagarse, que lo haga en otros colores, oye). Unas gorrillas Adidas para cuando haga sol, tres pares de bambas Nike y dos Converse (uno de ellos All Star) y cuatro chandals para que cuando baje al parque se sienta cómoda; también para que tenga variedad.

- Oiga, Jefe – le dije al del Peaje-, ¿pistachos iranís?.
- Perdone, ¿cómo dice?

Luego, para su tiempo libre, le he comprado también un parque de esos donde se meten los chiquillos con sus juguetes y lo he llenado de pelotas de colores de esas que hay en los Chiquiparks. Los chiquillos disfrutan muchísimo con eso. También unos pocos puzzles. De 500 piezas. El de la tienda decía que esto de los puzzles es una cosa progresiva y tal. Que poco a poco los chiquillos van pidiendo más piezas y más dificultad. Ni puto caso. Este tío es corki. Mi niña va a ser más lista que el copón.

Encontré pistachos en Calella, a 40 kms. de Barcelona. Se conoce que allí, ese día, habían celebrado un mercadillo de productos medievales típicos de la zona y bueno, refugiados de la lluvia y la ventisca andaban bajo las arcadas de piedra de la plaza del ayuntamiento los mercaderes, muertos de asco, empapados, y recogiendo ya los tenderetes. Me acerqué a uno, por probar:

- ¿Tiene usted pistachos?
- Sí.
- A granel?
- Sí.
- ¿Iraníes?
- No. De Albacete.
- Bueno, mientras sean verdes, no pasa nada. ¿Son verdes por entero, verdad?.
- ¿Ha tomado drogas, amigo?
- Dios mío, qué alegría (gracias, Vírgen del Carmen, tú que todo lo puedes). Pensaba que solo tendría butifarra blanca y negra, queso y esas cosas.
- La globalización es lo que tiene, caballero.
- Ah, ya, claro. Pues, si me dice que también tiene por ahí un paragüillas me meo toa.
- Son 30 leuros, caballero.
- ¿El paraguas?.
- No, los pistachos. El paraguas son 50.

Para las noches he adquirido un par de walkies último modelo por si la criaturita tiene alguna necesidad. Le he pegado en el suyo, con papel y celo, un pequeño compendio morse para las peticiones más básicas: pipi, caca, hambre, sed, me aburro, estoy agobiada, cógeme, paso de tu cara, este bibe está frío, vámonos de fiesta, etc. Tienen un radio de alcance de 500 metros. Todo controlado. Total, el piso es de 68 m2, pero por si le da por darse una vuelta a la calle un rato. Todo está milimétricamente estudiado.

Cuando volví a casa (6 horas después) hacía ya rato que la peli de Multicines de A3 había acabado. Parecía la niña esa que sale del pozo en la peli de miedo china-japonesa. No por lo fea, sino porque iba dejando rastro de agua en el parquet a cada paso que daba (además, que yo visto mucho mejor). Mariajo seguía tumbada en el sofá, rodeada ahora por envoltorios vacíos de frutos secos marca blanca que reconocí al instante.

- Cari, mientras venías le he echado mano a los que compramos ayer. Para ir quitando la gusa y eso. ¿Los has encontrado?.

Se había comido las 7 bolsas de pistachos salados que, según ella, no eran auténticos. 7 bolsas de 500 grs cada una. Millones de cáscaras rebosaban en una olla para potajes.

- Sí. Los he encontrado, osita. Para ti. Tuyos son, míos no, como mi corazón.
- Ay, Paco, que si acaso luego me los como también, ahora lo que tengo es mucha sed. Pero mucha, mucha, mucha sed. Qué seca tengo la boca, caramelito. Me apetece Schweppes de Sandía con hielo. Me bebería cuatro litros.
- ¿Y no puede ser de limón o de naranja? – le dije pensando en la tienda de los chinos.
- No. De sandía. Mmmmmh, qué rica.

Me sequé así por encima de la ropa con una toalla y cogí de nuevo las llaves del coche. Feliz, entusiasmado. Mi niña iba a ser preciosa. Ya lo dice el filosofero popular español: de padres feos, hijos bellos.

TO BE CONTINUED.

martes, 25 de mayo de 2010

Corazón fatigado. Cap. 7. ECOGRAFÍA.

Siempre me han dado mucho respeto los médicos. Las enfermeras no tanto, pero los médicos, mal asunto. Así que solicité refuerzos y se vinieron con nosotros el Jose Luís y un tal Mateo.

El Mateo era un compañero de trabajo de la Mariajo, del Carreful, uno de la cuadrilla que tenía a su cargo en el almacén, y, que al igual que sus compañeros en realidad no se llamaba así. Se conoce que se presentó un buen día junto con dos o tres más a pedir trabajo, vale, negros como el tizón, que venían del Mozandique y que ya estaban hartos de los cinturones y los bolsos Guchi.Como tenían unos nombres bastante chungos los rebautizaron para que no hubiera problemas, así que con Mateo se quedó.
El José Luís pidió expresamente el día libre en el trabajo para venirse. Me tiene mucho aprecio. Tres veces tuve que decirle que guardara la china que ahí no se podía fumar. Y una cuarta abriendo la puerta de la consulta. Si no fuera por tanto aprecio no sé lo que haría con él, la verdad. La cuestión es que cuando me enteré de que la ecografía esa se la hacían a ella pues oye, como que ya me quedé más tranquilo, así que les dije que se esperaran abajo y que se portaran bien como personas adultas.

Para los que no estén al tanto del asunto que nos atañe, voy a explicar con dos trazos de rotring lo que es una ecografía. Una ecografía es una especie de radiografía que le hacen a las mujeres (nadie nace enseñado; por si alguno va de listo) cuando se empreñan, vale, y, entonces, les ponen un poco de vaselina, la cual, por cierto, decía la Mariajo que estaba muy fría, por encima de la barriga. Una vez empastifado todo le pasan por encima un cacharrito muy, muy parecido a los que usan en el Carreful para hacerte la cuenta, y, entonces, en una pantalla del ordenador, en lugar de salir lo que vale cada producto y el que está en oferta y el que no y el que tiene 3x1 y todo eso, resulta que se ve la criaturita (por decir algo). Un pasote, vamos. Tecnología punta. Pero yo no veía nada.

- Oiga, señorita, no veo nada.
- Espérese un momento, caballero, que le estamos midiendo la cabeza.
- ¿La cabeza? ¿Qué cabeza?. Yo no veo ninguna cabeza, señorita.
- Sí, mire, ¿ve usted este contorno? Fíjese, mire que bien se ve ahora.

Por un momento incluso me pareció ver que estaba a pegada a un cuerpecito, vale, pero luego, cuando la enfermera movió otra vez el cacharrito sobre la barriga de la Mariajo, la criaturita en la pantalla se partió en varios pedazos y ahí me acojoné un poquito bastante.

- Oiga, señorita, perdone usted mi ijnorancia y mi esculpicia pero yo juraría que el niño viene roto - le dije con un desasosiego importante en mi cuerpo.
- No se preocupe, caballero, que no pasa nada. El bebé se mueve y yo, al mover esto también de un lado a otro hace ese efecto en la pantalla.
- Lo que usted diga. Pero es que además, a mis cortas luces, yo diría que ese niño tiene la cabeza más gorda de lo normal.
- Tranquilo, señor, que todo está bien.
- Cómo voy a estarme tranquilo, señorita, se reirán de él en el Colegio.

La Mariajo miraba embobada la pantalla, emocionada. Le caían las lagrimillas. Es lo que tienen las mamás que no se puede explicar. Un angelito en sus entrañas, su niño Dios, y ellas, antaño vírgenes marías (porque claro, una vez que ya se desfloran, de vírgenes nada, eh) que ya sufren por ellos desde la camilla de una habitación fría y aséptica.

- Mariajo... - le dije por lo bajini -, para el médico por lo menos, hombre, haberte puesto aunque sea un tanguilla.

Cruzó las piernas cuando se dio cuenta de que se me iban los ojos para su Big Mac. La cogí de la mano en señal de que todo iba bien, de que no me estaba descentrando. Ella me correspondió con un besito.

- Bueno - dijo la enfermera -. ¿Vamos a ver si se puede ver el sexo del bebé?
- No hace falta - le contesté mientras me guardaba el pañuelo con el que me había secado unas lagrimillas furtivas-, va a ser macho.
- Anda - me miró sorprendida -, ¿y eso por qué?.
- Pues por nada. Porque lo digo yo, básicamente. ¿Por qué va a ser? Estas cosas se perciben entre hombres, mujer.

Total, que coge, le pega cuarenta vueltas a la criaturita, ponte así, ponte asá, estate quieta un momentito, a ver, a ver....

- Mire, mire - le digo- ¿ve usted?, si es que ha salido a su padre, clavao. Si ya se lo estaba diciendo, mujer de poca fe. Ay, alma de cántaro. Mire, eso son los cojones y eso, está claro lo que es, el pichurrón.
- Disculpe, usted, señor, pero se equivoca. Eso son los piececitos y eso otro largo que usted dice, es la columna vertebral.
- Hostia, perdone. Es la emoción contenida, usted mentiende.
- Su mujer está de cuatro meses -me dijo-. Y puede darse el caso de que se vea el sexo o de que no. Vamos a intentarlo.
- Eso, eso. Que se me escapan ya los peos de los nervios.

Mi cari no apartaba los ojos del monitor. Yo no me enteraba un carajo de lo que estaba viendo. Entonces la enfermera dijo que ahí estaba el sexo de la criatura. Que se veía perfectamente. La Mariajo se puso a llorar como una magdalena. Se sonrieron cómplices. ¿Eso? ¿Y dónde está el pollón como su padre? ¿Y los cataplines?

- Disculpe, usted, señorita, pero..., ¿dónde está el pene?
- Caballero, el bebé es una niña.
- ¿Cómo dice? ¿PERO QUÉ ME ESTÁ CONTANDO?
- Sí, una niña. Ve usted esto es la vulva y esto es... ¿no está contento?.

Yo me quedé un poco así de aquella manera, vale. Como cuando estás bailando unas rumbitas guapas de Peret o del Gato Pérez y de golpe te ponen a Camela. Sin reaccionar. Pero fue un chok cuyo efecto se disipó enseguida.

- Hombre, pues claro, madre. No voy a estarlo. Pasa que yo ya me había hecho a la idea de enseñarle al niño unas lecciones con magisterio que se dice, usted mentiende lo que le digo, pues de por ejemplo pase-control con el pecho y dribling, también unas katas y movimientos especiales de Kung-fu, y a enseñarle a usar los nunchako como el maestro, que en paz descanse, eh, a mear de pie sin salpicar y bueno, esas cosas de hombres. Yo es que ya me había hecho a la idea, pero que estoy muy contento de tener un chuminet del Barça. Anda que no.

Entonces todos nos pusimos a reir de felicidad y la enfermera me preguntó que porqué tenía que ser la niña del Barça y yo le dije que porque me salía a mí de los cojones y que si no se tendría que ir a vivir a otro sitio y ahí se quedó un poco pillada, sabes. JAJAJAJAJAJA!!!! Si es que no se enteran de nada estas muchachas. Muchos estudios pero luego no se coscan de nada, nen. Y mira que tenía un pollazo la chavala, eh. Se la veía limpica.

- Muchas gracias por todo, señorita, Dios la bendiga. ¿Se le debe algo?
- ¿Disculpe?
- Que si se le debe algo por la consulta, digo.
- Ah, no, no. Esto es la Seguridad Social, caballero.
- Estupendo.

Nos fuimos para abajo, abrazados los dos. Los chicos se alegraron mucho por la noticia. El Mateo tenía una dentadura que parecía un piano, el tío. Y el Jose Luís, estaba tan contento, que dijo que se iba a currar un "cuatro papeles" para celebrarlo. Cuando llegamos al barrio solo quedaba la colilla. Nos juntamos con el Paco el del Kiosko, y el Pedrito el del gimnasio. Pedimos unos pollos a l'ast con tres kilos de all i oli (nos gusta mucho) y nos los comimos en casa. Nos los comimos con la risera cuando les conté que el niño venía roto, luego unos cafelitos y los eché a la puta calle. Me habían entrado unas ganas de follar muy grandes. Cosa de los nervios. Bueno, y también que con la preñamenta pues se podía hacer con libertad. Eso sí, con cuidadito no sea que se lastime la criatura. Yo siempre con mucho cuidadito.

TO BE CONTINUED.

Corazón fatigado. Cap. 6. ROSA O AZUL. (II)

Salí muy despacito con los brazos en alto. Me sudaban los dientes. Una docena de Prosegur, todos en posición académica preventiva de defensa, me esperaban apuntándome con el Fungusol en la mano. Solo había una Prosegur Woman. La distinguí entre el resto de las fuerzas del orden por las dos coletas que llevaba a los lados de la cabeza debajo de la gorra. Si ese día le da por hacerse un moño hubiera contado 12 tíos. Así pues, esa era la que nos había dicho que saliéramos del váter. Era Luci. Una Prosegur Woman capaz de pelarle las patillas al cero a Curro Jiménez de un soplamocos. "A ver, Curro, ¿dónde está la mosca, aquí o aquí?". ZAS!!! Patillas fuera. Poca broma con Luci, nen.

- Tranquilos, muchachos, tranquilos. Estoy desarmao. Soy inocente. Lo juro por la Niña Pastori.
- ¿QUÉ ESTABAS HACIENDO AHÍ DENTRO, CHAVAL? - me dijo muy seca. Como si no me conociera de nada.
- Nada malo. De verdad. Haciendo una prueba con mi novia.
- ¿Una prueba?. Follando, eso es lo que estábais haciendo. En un lavabo público, sinvergüenza. Probando a ver si le cabía por la puerta de atrás, seguro.
- Mire usted, Srta. Luci, que se equivoca. Y que no soy violento, pero que como vuelva a vacilarme y a faltarle el respeto a mi cari le meto una patá en el coño que le hago medio hombre sin pasar por quirófano, so chuachenague de mierda.

Para qué dije nada, sabes. Madremíademivida. Se me echaban encima con los Fungusol, nen, y a meterme más palos que al pobre de Rodnie King, pero justo cuando podía oler sus alientos a carajillo y copas alcohólicas a deshoras salió la Mariajo del váter con las manos en alto también, muy despacito. Ahí ya se frenaron todos en seco.

- QUIETOS. QUIETOS PARAOS TODO EL MUNDO - dijo uno que parecía más jefecillo-, mecagonlahostia, ¿QUÉ ES ESO?.
- Esto es que..., que estábamos mi novio y yo haciendo lo de...

Pero no la dejó acabar la frase. Se había puesto mazo nervioso.

- Dios mío... CUIDAO TODO EL MUNDO, ECHARSUS PARA ATRÁS, PUEDE SER UN DETONADOR. ¿Qué es eso que lleva en la mano, señora? Responda ahora mismo. ¿Qué cojones es eso?.

Yo miré de refilón a la Mariajo. Estaba muy nerviosa. Le dijo que era un Predator. El Jefecillo la miró con cara de no entender. Una cosa así como si la cajera del DIA, cuando te da la cuenta, te dice "que sepas que se conoce que una de las teorías más extendidas respecto de los agujeros negros es que todas las galaxias espirales y elípticas tienen un agujero negro supermasivo en su zona central, y este, a su vez, generaría una fuerza de gravedad suficiente como para mantener la unidad". Pues eso. Una cara de "voy a probar con la tapa de un Cola-Cao a ver si me sale una O en condiciones".

- ¿Un qué?
- Un Predator, señor.

Me la hubiera comido allí mismo. La gracia con que lo repitió. Asustaíca. Y lo guapa que estaba en ese momento con su raya en los ojos hasta las orejas y sus aros en las orejitas y su cola de caballo en la espalda. Hay que ver lo que es el amor. Si en ese momento me dicen que me coma 7 kilos de higos chumbos sin pelar, me los como. Por ella. No las mariconadas esas que canta Alejandro Sanz.

- ¿Puedo bajar las manos ya, Jefe? - le dije.
- MECAGONLAPUTA. DE RODILLAS LOS DOS AHORA MISMO. VENGA, COÑO. Y DEJA ESO EN EL SUELO MUY DESPACITO. MUY-DESPACITO, QUE SE ME VA EL DEDO, CHAVALA.
- Oiga, un poquito de respeto con mi cari, que le está diciendo que es un Predator para mirar la preñamenta, usted mentiende.
- DE RODILLAS HE DICHO, COJONES. DÉJALO EN EL SUELO, VAMOS. LOS DOS DE RODILLAS, HOSTIA YA. Y ACERCARME MU LENTAMENTE EL CACHARRO ESE. SIN SORPRESAS QUE TE FUNDO, NENA.

La estaba apuntando con el Fungusol. Los demás no nos quitaban ojo. Ahora podía entender mejor a Stallone cuando los paletos aquellos le querían hacer la vaca cuando volvió de Vietnam. Total, que nos arrodillamos y la Mariajo dejo el Predator en suelo y lo tiró hacia donde estaba la Prosegur Woman.

- Luci, comprueba el artefacto a ver si es seguro. Con cuidaito, eh. Siguiendo el protocolo de seguridad, Luci. Tranquilica, no sea un explosivo de esos nuevos en lugar del detonador. VOSOTROS, ECHAOS TODOS MÁS PARA ATRÁS, JODER. MIGUELÍN, ATRANCA LA PUERTA QUE NO ENTRE NADIE.
- Jefe, que hay una señora fuera que está poniendo el pie en la puerta y no me deja cerrarla, que dice que se está meando.
- CIERRA, COÑO, QUE SE VA EL EROSKI A TOMAR POR CULO CON NOSOTROS DENTRO. Y LLAMA A LOS JEOS CAGANDO HOSTIAS. CÓDIGO ROJO TIRANDO A OSCURO, COJONES.

Se les veía bastante acojonados, la verdad, todos arrejuntados contra la entrada del lavabo, con sus trajes marrones y sus gorras, mirando a la Luci que se estaba agachando lentamente y estiraba el brazo, con los sudores en la frente, para alcanzar el Predator. Uno hablaba por el walkie.

- Aquí Charlie, Manolín, aquí Charlie, Manolín, ¿me recibes?.Sí, presuntos terroristas. Sí. Lo que yo te diga. Te lo juro, pavo, un pasote. ¿Cómo?. Ah, sí, aquí metidos echando un kiki dentro de un lavabo. ¿Cómo?. Ah, vale, guay, unas birritas, sí, luego. Sí. A las nueve acabo. Vale, vale. Que siiiiii..., luego hablamos. Ay, qué golosón eres, canalla.
- CARLITOS, ¿TE QUIERES CALLAR DE UNA PUTA VEZ O ES QUE ERES GILIPOLLAS?.

Yo tenía, de los nervios, una descomposición en el cuerpo que para qué te cuento. Unos sudores muy grandes. La ropa pegada a la piel. Mi cari me miraba de reojo. Me suplicaba con la mirada.

- Jefe, es un Predictor de toda la vida. De los de las Farmacias. Un genérico en este caso. No hay problema, están diciendo la verdad.

Abracé a la Mariajo y, echando el pendiente julajop a un lado, le dije a la oreja que "todo va a salir bien, cari, todo va a salir bien". Ella me abrazó a su vez. Me giré y le dije a la Luci que por favor, que me dijera el colorín que había salido. Se juntaron todos los Prosegur a su vera, mirando el Predator. La Luci le dio unas pocas vueltas hasta lo que mantuvo fijo en una posición durante unos segundos. Luego me miró, y me dijo con una sonrisilla:

- Maestro, felicidades. Ha salido rosa. Va usted a ser papá.

Los Prosegur se pusieron a aplaudir. El tal Carlitos volvió a conectar el walkie para darle la buena nueva a Manolín. Mariajo y yo nos miramos, con lágrimas en los ojos y nos comimos los hocicos. La Luci, hay que ver lo que son las cosas, con esas coletas y esas trazas de profesora de gimnasia de Porky's se puso a llorar también. Todos me dieron la enhorabuena. Nos hicieron un pasillo y salimos para fuera. Menudo pollo tenían montado los JEOS. Toda la gente agolpada detrás de las cintas de seguridad, expectantes.

- Déjeme el altavoz un momento, por favor - le dije al JEO que tenía más cerca -. Señoras y señores aquí reunidos, JEOS, Guardia Urbana, Mossos d'Esquadra, compradores, niños, curiosos, marujas de todo a cién, cajeras del Eroski y muchachas en patines, que lo sepan todos ustedes: VOY A SER PADRE!!!!!. Y ahora, todos al Mac Donald's. Invito yo.

TO BE CONTINUED.

Corazón fatigado. Cap. 5. ROSA O AZUL.

Me entraron cuatro retortijones traperos que me hicieron doblarme sobre mí mismo pero pude sobreponerme por unos instantes. Así que logré hacer la cola de la farmacia del Eroski y compré finalmente, después de solicitar en voz alta que "por favor, a ver un poquito más de nervio esos farmacéuticos que es para hoy, gracias", un Predator, uno genérico que era más barato. La cogí de la mano y me la llevé a los lavabos a hacernos la prueba. No podía esperar a llegar a casa. Nos metimos en el de las mujeres y le dije que "un momentito, cari, por favor, porque se me ha descompuesto el cuerpo vivo". "Oiga, caballero, que usted no puede estar aquí!!. Que esto es el lavabo de mujeres!!", me dijo una voz de esas que se quedan con la copla de todo lo que se comenta en el autobús sin perder detalle."Es una emergencia, señora, lo siento". "Será sinvergüenza!!! Así va España con esta juventud descarada!!!". Salí 3 minutos y 34 segundos después con el ojete escocido, abrochándome el cinturón, y nos metimos en el último lavabo de la fila de la derecha. La señora había desaparecido. Echamos el pestillo y la Mariajo se bajo la falda.

- Pero cosita mía, ¿otra vez sin bragas?.
- Es que me dan calor.

Se agacha con el pelusillo al aire. Ese día no iba mohicano. Se estilaba últimamente el rollo afrofunky de los 70, tu mentiendes. De un modo un otro, dos cosas te digo:

1.- Se pueden comer sopas de ajo porque mi cari es limpia hasta decir basta.
2.- Se peine como se peine, raya en medio, estilo Boney M o pelón como Kojak, me pongo tierno en 0,12 milésimas. Me tiene robao el corazón.

Se agacha.

- No tengo ganas, Chumi.
- Hay que hacer un esfuercito, cosita. Espérate que abro un grifo.

Cuando entré de nuevo, y pasados unos segundos de tensa espera, se le aflojó la vejiga a la Mariajo, pero el chorrillo, bien de los nervios, bien de la inexperiencia, no acertaba en el blanco. Volví a echar el pestillo y me coloqué a su lado.

- Más a la izquierda, Mariajo. Bien. Así. Espera, espera..., ahora. Un poquito a la derecha. Un poquito. Más. Cuidao con la rasante. Vale. Bien, bien. Muy bien. Ahora curva cerrada. Eso es, bien, ahora a ras. Perfecto.

Tenía la boca como si me hubiera comido cuatro kilos de anchoas de l'Escala sin pan ni ná, a palo seco, y de postre cuatro polvorones de hace 7 años, de esos que nunca se tiran y se ponen con el café para los invitados. Por si cuelan, ya sabes lo que te digo.

POM-POM-POM!!!!!

Aporrearon violentamente la puerta. Mi cari resbaló un poco hacia atrás y con el vaivén me meó una pernera entera.

- Joder, qué susto!!!. Se me ha cortado el chorro. ¿Quién es? - dijo la Mariajo.
- ¿QUÉ ESTÁN HACIENDO AHÍ DENTRO?. - era una voz enérgica de mujer.
- Estoy cagando - le contestó mi cari haciendo gala de unos reflejos mentales que lo flipas.
- ¿Y para cagar tienen que estar los dos ahí metíos?.
- Pues sí, porque no hay papel y mi novio tiene los kleenex. ¿Qué pasa?.
- SALGAN AHORA MISMO!!.

Alguien había llamado a las fuerzas de seguridad y el orden. Fijo. No había otra.

- No puedo, estoy apretando.
- PUES QUE SALGA EL OTRO.
- Ay, cari - me dijo agachada con el peluso al aire y el Predator en una mano - ¿es que no vamos a poder tener nuestra intimidad? ¿Qué hacemos?

Se escuchó un poco de follón fuera. La agente del orden diciendo a las mujeres que desalojaran los lavabos. "Salgan, por favor, salgan deprisa". Y a las que querían entrar pues que "no, ahora no se puede, señora, espere un momentito". Todo acompañado de contínuas comunicaciones walkie-talkie. "Aquí Luci. "Gorrión del Espacio", ¿me recibes, "Gorrión"?. Aquí Luci. Tengo a dos sospechosos encerrados en un lavabo de mujeres. El que hay al lado del McDonald's, sí. Solicito refuerzos." Todo muy rollo Hombres de Harrelson, vale. Yo estaba alucinando en Technicolor y Panavision.

Más voces de agentes del orden del Eroski (de esos que visten de marrón y tienen el escudo amarillo) irrumpieron en los lavabos de mujeres. También reconocí la voz que hace poco me había llamado sinvergüenza. "Señora, le he dicho que espere fuera, por favor". "Es que me estoy meando". "Pues váyase usted a los lavabos que hay junto al Zara". "Es que están muy lejos". "Pues váyase a tomar por culo ya de una puta vez, señora, haga el favor". Los había avisado ella y ahora quería ver el espectáculo en primera línea; muy propio. Estábamos acorralados.

- Vamos a ver qué está pasando aquí. ¿Cual es el problema, Luci?. ¿Qué pasa, que se están endrogando ahí dentro o qué?.

Miré por debajo de la puerta y vi por lo menos diez o doce pares de zapatos de esos bastos con puncherón que usan estos agentes.

- Cari, tenemos que salir y decir la verdad - le dije a la Mariajo, que continuaba con la falda bajada y el Predator en la mano.
- Chumi, estoy muy nerviosa.
- SALGAN PARA FUERA AHORA MISMITO - dijo un tío con un vozarrón de esos vacilones como en las películas, sabes.
- Tú tranquila, chocho. ¿Ha salido rosa o azul? Dímelo, por tu viejo el legionario, dímelo que me da algo.

Pero ella estaba muy nerviosa y solo tenía ojos para mí. Estaba asustadica viendo la que se estaba montando, igual que los conejillos en medio de la Nacional cuando los pillas con las largas del coche. No esperaba que se liara tanto la cosa. Me cago en los muertos reconsagraos montaos a caballo de la maruja esa de mierda. Como la pille se entera. A saber qué les ha dicho.

- Bueno, cari, no pasa ná. No te preocupes, luego me lo dices - le dije acariciándole el cabello y ayudándola a subirse la falda. Luego me dirigí a los de fuera.
- VOY A SALIR!!. NO DISPAREIS. SOY INOCENTE Y MI CARI MÁS TODAVÍA. VOY A SALIR YO PRIMERO. NO DISPAREIS, CABRONES.

Eché una ojeada más al cacharrito de los orines. Pero Mariajo lo tenía apretado del revés y no se veía el resultado. El tiempo establecido para ello había pasado de sobras. Bastaba un minuto para que saliera el colorín, lo ponía en el proscrito de la caja.

- YA SALGO. YA SALGO. SOMOS INOCENTES. POR FAVOR, GUARDEN SUS ARMAS AUTOMÁTICAS, QUE LAS CARGA EL DIABLO. NO HAGAN TONTERÍAS - grité hacia fuera-. Mariajo, salgo yo primer y enseguidita tú detrás mío, eh.

El ruido del cerrojo al descorrerse inundó la quietud que en ese momento reinaba en el lavabo de mujeres del Eroski. Tras ello, silencio sepulcral inmediato. La puerta de conglomerado verde que se abre lenta, muy lentamente chirriando en los goznes por falta de mantenimiento. Levanté los brazos en alto y, despacito, salí de lado.

TO BE CONTINUED.

lunes, 10 de mayo de 2010

Corazón fatigado. Cap. 4. VINO Y ROSAS.

Los vecinos, inicialmente, pensaban que me había tocado una Primitiva o que me habrían seleccionado para ir de público al "Sálvame de Luxe". La Rosario sabía en realidad cual era el motivo. Se alegró mucho por mí.

- Chumoski, no sabes cuánto me alegro por tí. De verdad.
- Gracias Rosario. Y tú sabes que siempre me tienes ahí para lo que quieras, eh.
- ¿Para todo? – me dijo con una mueca de pesambre.
- Mujer, para todo para todo, ahora va a ser que no, porque tú sabes que soy hombre fiel que se viste por los pieses.

Eran los días más felices de mi vida. Mariajo trabajaba en el Carreful y tenía a cargo en el almacén a un grupo de negros del Mozandique. Todos la querían mucho porque era muy buena trabajadora y muy cariñosa. Aceptó venirse a vivir conmigo y convirtió mi vida en un paraiso permanente. Me hacía huevos con beicon los Sábados por la mañana y callos con garbanzos los Domingos, ensaladilla rusa sin judías verdes y, encima, como yo, era una apasionada del gazpacho (100% natural y con tropezones y picatostes) y de la crema catalana; también de las papas fritas con all i oli. Vírgen del Cármen, ¿acaso merezco tanta suerte?. Yo por mi parte jamás dejé unos gallumbos o unos calcetines usados abandonados en algún rincón de la casa, y es que les enseñé el camino hacia la lavadora (fui muy estricto en este punto y no acepté “caritas”). Si ya de por sí siempre me he apañado muy bien solito, ahora, entre los dos todo era mucho más fácil. Más fácil y más placentero, pues nunca faltaban los tocamientos. Nos amábamos a todas horas. Allá dónde nos encontráramos, como nos diera el apretón, ya se liaba el asunto; en los probadores del Corte Inglés, en los lavabos de un Bar, en la última fila del cine, en los asientos de atrás del autobús, en el rellano de la escalera, en la sección de frutería del Condis, en fín, cosas de enamorados. Qué maravilla de hembra. Recuerdo en una ocasión que la chiquilla puso tanto empeño que al día siguiente me dolian las rodillas; rechinaban como cuando los cojinetes se quedan sin aceite. Me dijo el especialista de los huesos que comiera mucha pasta y muchos hidratos de carbono. Y es que la Mariajo era tremenda. Además, como siempre iba sin bragas (que esa es otra) y yo siempre estaba dispuesto pues nos entendíamos muy bien. Nunca se las ponía porque decía que le molestaban y que le gustaba ir con el negocio suelto. Al final le copié la idea, pero por pocos días porque cuando me rozaba con los tejanos en seguida se me ponía morcillona y se notaba mucho. Estábamos hechos el uno para el otro menos en lo de la ropa interior, por lo visto, pero a mí me daba igual. Mi amor hacia ella era puro y sincero y cada vez que veía ese potorrín mohicano el mundo como tal desaparecía a mi alrededor. Era como una escena de esas de película en las que los efectos especiales te cambian el decorado en tiempo real, vale. La cubría a todas horas. Siempre que teníamos ocasión. Mañana, tarde, noche, bodas, bautizos y comuniones. Mi voluntad estaba a su merced. Mi vida entera. De sus ojos, de sus caderas, de sus migas con torreznos, de su raja de canela.

Le regalé flores por Primavera. Le compré el DVD original de "Pasión de Gavilanes" por su cumpleaños. La llevé a la playa de Badalona. A comernos un arrocito a Castellón (que tuvimos que parar en el camino, en el párking de un área de servicio, porque las necesidades sexuales del cuerpo humano son así; además que mejor eso que no estrellarnos y que con el golpe me pegue un mordisco mal dado y me quede con una salchichita de esas de canapé). Fuimos al Tibidabo. Qué gracioso el hotel ese del terror. Nos apartamos del pasillo y de la gente (que estaba toda acojonada) y, aprovechando la coyuntura, quisimos arrejuntar los aparatos. La niña del exorcista que se queda con la copla y que dice que se apunta. Pero vamos a ver, dónde vas con esa cara y esas trazas. Que no, que es maquillaje. Anda, va, tira a asustar a la gente que me vas a quitar el calentón, haz el favor. Que no, que no, que tengo 10 minutos, que me apunto. Que tires, coño, que haces cara de gastroenteritis. Menuda risera, sabes. Y la cosa es que tampoco vi que la Mariajo hiciera ascos, eh. Si es que ya te digo yo que era una fenómena. No podía considerarme más dichoso. Era imposible. Era como el gol de Koeman en Wembley pero multiplicado por el tipo de interés fijo del Banco Santander.

Un día fuimos a comprar al Eroski.
Estaba yo barruntando qué envasado de chorizo echar a la cesta, si el imperial de Revilla o uno picante de pueblo, sin marca. Estaba a punto de decidirme por este último, porque el de Revilla tenía demasiados pegotes de grasa y el otro más carne, cuando me dijo, sin más:

- Cari, hace dos semanas que tendría que haberme bajado el tomate.

Me giré con los dos envasados al vacío de chorizo, uno en cada mano, y le contesté, absorto en mis pensamientos gastronómicos:

- ¿Tomate? Cual tomate, ¿Orlando o Apis?

TO BE CONTINUED.

Corazón fatigado. Cap. 3. REENCUENTRO.

Era ella. Lo supe incluso antes de meterme el cubito de hielo en la boca (una costumbre que tengo). Le vi la raya de los ojos a la altura de sus preciosas orejas antes que el resto de su bendito rostro. Reconocí esa raya. La reconocería entre miles y miles de maquillajes Margaret Astor. Y luego esos aros julajops a modo de pendientes. Y sus labios (los de la boca, digo). Sus ojos azules, hipnóticos, con esas pestañas como abanicos. SU COLA DE CABALLO. Miré al cielo, reconvertido en aquel momento en un techo masivamente decorado con focos de luz y paneles luminosos, y di las gracias, en silencio, a la Vírgen del Carmen. Acto seguido, volví a dedicarle toda mi atención; mi vida entera. Llevaba unas mallas negras muy ajustadas y una camiseta escotada hasta límites más allá de la dimensión desconocida. Sonreía. Me sonreía, a mí. Solo a mí. Y yo, con la mirada perdida en las profundidades de su canalillo, temblaba como un corderito. Temblaba de amor. Pasaban los segundos y no era capaz de articular palabra. Eso no era un canalillo, era el Canal de Suez, el Estrecho de Gibraltar separando dos continentes. Cuando quise hacerlo olvidé que tenía el cubito de hielo en la boca y le escupí un poco en la pechera. Ella dio un respingo y yo le pedí disculpas. De nuevo gotas frías volvieron a caer en sus pechos, con su correspondiente respingo por el cambio brusco de temperatura. Maldiciendo mi estupidez giré la cabeza y finalmente escupí el cubito sin pensar.

- Digo que..., que..., que disculpa - con el ademán tiré el vaso de tubo en la barra. Gracias a Dios ya estaba vacío. Los cubitos restantes se desparramaron sin ton ni son a lo largo de la misma.
- Eres el de la Isla Fantasía, ¿verdad?.

Ay, que se acuerda, ay, ay, ay, ay...

- Soy quién tu quieres que sea, reina mora, divina entre las divinas, corazón mío. Soy tu siervo, tu vasallo, tu mueble del Ikea más preciado, tu sartén favorita para las tortillas, esa que nunca se pega. Soy el sol por tu ventana, tu día de playa perfecto, tu mejor bikini, el cuscurro de la barra de pan, soy tu rebanada de Nocilla, tu trago frío de Coca-cola después de media bolsa de pipas saladas...

Soltó una carcajada que me hizo sentir indeciso y voluble. Se estaba riendo de mí. Eres un torpe, Chumoski. Eres tonto.

- ¿Todo eso eres? - me dijo con una dulzura que casi me provoca diabetes.

Una gran mano, fuerte y poderosa me sacó del aturdimiento. Me giré. Un monstruo calvo y enorme me mostraba en la otra mano un cubito de hielo.

- Perdone, caballero. ¿Esto es suyo?

En mi desconcierto acudí a ella para excusarme por la interrupción del gran Pablito pero ya no estaba. Solo quedaba su fragancia en el aire. Oh, no. Por favor, no.

- Le digo si esto es suyo.
- Eeeeemmm...., sí, bueno, no... - le dije reculando.
- Me has escupido el cubito de hielo en la cabeza.
- Y yo que lo siento mucho. Me parta un rayo si miento.
- ¿Quieres tragártelo? - el tío insistía. Una quinqui detrás suyo asistía a la escena con cara de orgullo, pero no le di tiempo para ver los créditos finales.

Con una rapidez inusual y una agilidad de movimientos producto de largos entrenamientos en Jeet Kune Do, me zafé de su manaza y, aprovechando que los focos se apagaron para dar paso a los minutos de música lenta, me escabullí hacia la pista de baile y me perdí entre las parejas que se daban un descanso rítmico y aprovechaban la ocasión para frotarse un poco y besarse y eso entre pausadas y romántica melodías.

En la otra punta de la pista, Merche, el ser primigenio, asomaba el cuello. Me buscaba. Estaba atrapado. El calvo también entró en la pista. Finalmente me vio detrás de dos tortolitos que se estaban metiendo mano y, justo cuando iba a darme alcance unas manos suaves me rodearon, me giraron y se enlazaron en mi cuello con ternura.

- Hola, campeón. ¿Bailas?.

El calvo al final, gracias a Dios, al verme en brazos de esa diosa, decidió por el motivo que sea olvidar el agravio. Por lo visto, en el fondo tenía buen corazón. La cogí por la cintura sin apartar la vista de sus ojos. Junco cantaba "hola, mi amor".

- ¿Por qué te fuiste?
- Me estaba haciendo pipi.

Su forma de pronunciar "pipi" fue la espoleta necesaria. La besé y se dejó besar. Primero tímidamente. Al minuto nuestros hocicos eran una vorágine carnal incontrolable y mi erección un grito al amor. Nuestras lenguas, un lazo doble como el que se hace cuando los cordones de las bambas son demasiado largos. Sus pechos, de punta. Mis manos, en su culo.

Aquella noche volvió a caerme una lágrima furtiva. Pero esta vez, de felicidad. Gracias a la penumbra de la pista de baile, en esos momentos, de nuevo nadie reparó en ello. Nadie salvo ella.

- ¿Por qué lloras?
- Me aprietan mucho los tejanos.

Me echó mano al paquete y me susurró al oido:

- Eso tiene solución.

Se llamaba María José. Pero según ella todo el mundo le decía Mariajo.
Cuando Merche me localizó y se vino directa a por "su hombre", le paró los pies con un "dónde crees que vas, zorra". El ser primigenio, sorprendida por la brusquedad inesperada, frenó, congestionó su cara, dio media vuelta y nunca más la volví a ver.

Además era una hembra de carácter. No podía pedir más.

TO BE CONTINUED.

Corazón fatigado. Cap. 2. DISCOTHEQUE.

La busqué con la mirada en cada cola de caballo que veía por las aceras de la ciudad. Una vez incluso me metí en una Iglesia tras de la que creía que era mi Cleopetra. Estaba a rebosar (la Iglesia). Pensé que igual se trataba de algún concierto del Padre Jony porque eso no era normal la gente que había allí metida, así que me acoplé en la última fila y esperé con expectación. Resultó tratarse de un bodorrio de alto copete y tuve que soportar un sermón de una hora y media y a una anciana que se echó una buena cabezada sobre mi hombro derecho, pero hice acopio de fuerzas solo para volverla a ver. Mi decepción fue mayúscula cuando, a la salida del enlace, y entre millones de kilos de granos de arroz comprobé, desolado por completo, que no era ella. Por si fuera poco, uno de los granitos me entró en el ojo y tuve que acudir al especialista.

- No llore usted, Paco. Piense que ha tenido usted muchísima suerte - me dijo el doctor -. Si llega a ser un grano de arroz bomba quizá hubiera perdido el ojo.

Era una herida superficial (la del ojo, claro), así que por prestidigitación médica tuve que andar con un parche hasta bien entrado el Otoño.

- Mira, mira, ahí va el piratón del Paco.
- ¿Te pego una patá en los huevos, Jose Luís?
- Coño, Chumi, que era una broma.

Le pedí disculpas y prometió animarme el Sábado noche. Se había echado un rollete y, según él, dicho rollete tenía una prima con unas tetas muy agresivas (palabras suyas, cuidao). Acepté finalmente a regañadientes porque la situación se había vuelto insostenible y estaba perdiendo la cabeza, de día y de noche, pensando en la hembra del bikini atigrado. Total, que llegado el momento, me alicaté de arriba a abajo y me dirigí a la puerta de la discoteca en cuestión. Camiseta negra Imperio Armani, Levi's desgastaos, Panama Jack de color beige, patillas perfectamente afiladas y mosca, pelo engominado, y olor a macho, a Is San Lorán pur hom; en fín, niquelado, dentro de lo que hasta donde uno puede llegar, eh.

En la puerta estaban el Joselu y las dos chicas y, mientras me acercaba a ellos, iba procesando de modo exhaustivo la información que estaba recibiendo visualmente.

INFORME DE SITUACIÓN:

- Chica buenorra de estupendas tetas (como las de mi amor). Se la ve fajada en lides amatorias, pero quizá noble en el juego del amor. Bonita sonrisa si no fuera por la mella del incisivo superior derecho. = rollete de Jose Luís.

- Chica achaparrada con exceso de peso, descomunal saturación de pectorales y más fea que un Seat Panda visto desde abajo. Busca a Jacq's. Y deduzco, por su excesiva salivación y lo insolente de su mirada, que con desesperación. = ¿rollete de Paco?. (NO-ME-JODAS)

- Solución = sal corriendo en dirección contraria.

- Alternativas = te han visto. Pasa de hacer el ganso y no salgas corriendo.

- Conclusión = me cago en la vida del Joselu y me cago en la mierda esta de las citas a ciegas.

FÍN DEL INFORME.


“Chumoski, esta es Silvia. Hola, Silvia, encantado, a tus pies. Hola, Joselu, cómo estás (recuérdame luego que te parta las piernas, porfa). Y esta es Merche. Hola, Merche.” Miré de reojo al Jose Luís y bueno..., que sí, que vale, que la muchacha tenía dos ubres como dos catedrales, cierto, impepinable, pero oye, de verdad, que yo ya sé que soy de belleza desinteresada (por decirlo finamente, eh) y que está muy mal juzgar a las personas humanas por su aspecto, pero es que, por el amor de dios, era más fea que el primo del Tirilla, que cuando nació lo echaron al aire para ver si volaba como un murciégalo, joder. Por si fuera poco encima era una tía sobas y demasiado atrevida para mi gusto. De esas que a los 30 segundos se comportan como si te conocieran de toda la vida y..., y te tocan, invaden tu intimidad, sabes. Verás tú cómo esto no me lo hace Jelen Lindes, no, ya veras como no; pero una criatura primigenia como esta sí, hostie. Pues eso, que a los 30 segundos la tenía colgada de mi brazo, mirándome de modo muy lascivo.

- Vamos para dentro, Conan, que estás muy bueno.

Lo que yo te diga. Entremos pues, antes de que alguien del barrio me vea con esto, piense que estoy en peligro, y venga con unas estacas o una escopeta de cartuchos rellenos de cojinetes de plata. Joselu, te parto las piernas y se las doy de comer a los perros. Me muera si miento.

Tras dejar algunas pertenencias en el guardarropía hice ademán de soltarme de ella, pero me tenía bien agarrado y no dejaba de frotarse.

- Eh, eh, eh.... ¿a dónde vas, Tarzán? ¿No querrás dejarme solita con tanto lobo suelto, verdad?
- Al servicio. A poner un estanque para los peces, chata. Ahora vengo.
- No tardes mucho. Yo te espero en la puerta. Aunque si quieres me cuelo contigo dentro – me dijo haciéndome un habilidoso juego de lengua, con sonido y todo.
- Eeeeemmm...., no, no hace falta, gracias, de verdad....
- No te gustaría que... - insistió de nuevo en enseñarme la lengua y moverla como si fuera una bicha*.
- No, no, muchas gracias, en serio. Tranquila, si ahora voy yo. Tú ve tirando si eso que no tardo nada. Anda ve, va, no seas tonta que esto es un plis.

Me fui para la barra más lejana, con los sudores, mirando por encima del hombro y me pedí un Absolut con limón. “Gracias, guapa, quédate el cambio que eres muy simpática”, le dije a la camarera. A mi vera una chica sonrió. No sé si por el comentario o porque de un trago dejé el vaso de tubo con cuatro rocas y un culillo de cubata. Yo es que soy así cuando me pongo nervioso. Me giré para encararla en condiciones.

TO BE CONTINUED.


*Bicha: culebra, serpiente, ofidio. (genericus)

Corazón fatigado. Cap.1. FLECHAZO.

La vi por primera vez en el Parque Acuático ISLA FANTASÍA en Vilassar de Mar. Hacía unos días que había vuelto de pasar muchos sudores en la provincia de Jaén y habíamos quedado los amiguetes y un servidor para refrescarnos los bajos y echar unas risas contándoles de las costumbres y tradiciones que tienen los lagartos y lagartijas allí, en aquellos extensos campos de olivos, y de cómo les ganaba al Remigio en interminables timbas que se extendían hasta la madrugada, con la fresca, entre quejas y palabras malsonantes, pues es de todos conocido que los lagartos tienen muy mal perder.

Ella estaba haciendo cola para tirarse por un tubogán azul muy alto, de varias plantas, un supertubogán, y yo, nada más verla, me enchispé locamente y solo pensé en cubrirla. Llevaba un bikini con estampado de tigresa por el que rebosaba la generosidad y la abundancia de sus pechos. Una larga cola de caballo le caía por la espalda hasta la conclusilla del culo; un culo grande y hermoso, fantástico, por cuya raja, separación de esas dos aglomeraciones marmóreas, se perdía la tira del tanga hacía los abismos insondables de su ojete. Dos aros como dos julajops adornaban su rostro, con la raya de los ojos bien perfilada y larga como a mí me gusta. Era una diosa. Era mi Cleopetra, entiéndeme lo que te digo.

- Oiga, usted, ¿a dónde va?.
- Disculpe, señora, es que he visto a una amiga.

Que si vaya cara, que si a la cola, que si patatín que si patatán. Total, que con señoras así es mejor no discutirse porque tienes las de perder. Están muy resabiadas y curtidas en este tipo de lides y es mejor dejarlo estar, sabes. Así que cogí y me fui para ella. Nada ni nadie podía pararme en ese momento. Finalmente subí todas las plantas del tubogán y con el resuello llegué a su altura entre abucheos del respetable. Y también algún insulto ("haz cola, desgraciao!!!" "hijoputa!!!" "a la Guardia Civil que vas!!"; en fín, lo de siempre).

- Reina mora, si tú quieres yo después te invito a un frankfurt, una Coca-cola y un cigarrito - le dije a su espalda con mi mejor tono de voz cautivador.

Me miró de refilón y soltó una risita. Acto seguido, sin hacerme ni puto caso, cogió y se tiró por el tubogán. Yo cogí y sin dudarlo me lancé detrás de ella para ver si una vez abajo, con el estrépito de la llegada y la confusión, caía cerca de ella y pillaba cacho, tú me entiendes lo que te digo. No pudo ser. Llegué a toda hostia y caí encima de una señora con un moño y muchas varices. Me levanté agitado y miré a mi alrededor escupiendo agua. Mi reina me miraba divertida, con sus amigas, de pie en el borde de la piscina, al lado de un Pablito de esos con un bañador rojo como Mich Buchanan y un silbato en la boca.

- Perdone usted, señora. Le pido disculpas. Es que esto alcanza unas velocidades demoníacas y me ha fallao el freno de mano, sabe usted.
- Ay, no te preocupes, guapo, que no pasa nada. Además, que del roce se hace el cariño, rey - me dijo sin apartar ojo de la tremenda erupción que pugnaba por salir bajo mis Billabong sin huevera. Es lo que tiene pensar en sexo sin haber desayunado en condiciones.

¿Quería encalomarme?

- Eres un chico muy mono, sabes. Mira, te perdono si me dices dónde están los lavabos. O mejor, si me acompañas y así no me pierdo - me dijo guiñándome un ojo.

Hostia puta, quería encalomarme.

- Mire usted, señora, que es que yo ahora mismo no tengo ni ganas de mear ni de hacer de cuerpo pero yo le digo en un momento dónde están. Mire, ¿usted ve dónde está el banderín de la caseta de los tickets de la entrada? ¿sí?, bueno, pues se me va para allá y se me sale del recinto. Una vez en la acera, me la sigue toda derechita unos 25 kilómetros todo para abajo, vale. No tiene pérdida.

Mich Buchanan me alentaba con el silbato a salir de la piscina porque estaba entorpeciendo el correcto funcionamiento de la atracción ("que ya voy, nen, que ya voy, tranquilito, hombre"), y mi Cleopetra había desaparecido sin dejar rastro con sus amigas. Así que, en un momento en el que la señora subía el pescuezo para distinguir el banderín, cogí y me escaqueé con sigilo al más puro estilo Solid Snake, camuflándome con el entorno.

Me alejé de la piscina buscándola con la mirada (a mi reina, digo, no a la señora pervertida, joder) pero fue inútil. Aquello era un infierno. Niños por aquí y por allá, corriendo y chillando. Marujas desbocadas. Garrulos en cuadrilla. La había perdido de visto en un auténtico campo de batalla. Una lágrima muy, muy grande cayó en el césped artificial. Pero en un Parque Acuático como aquel pasó desapercibida.

TO BE CONTINUED.

Corazón fatigado. PRÓLOGO.

- Chumoski, eres un encanto de hombre pero, no sé cómo decírtelo, aunque me río mucho contigo cada vez que nos vemos y desprendes siempre esa alegría allá por donde pisas, tus ojos, algo en tus ojos, denota tristeza -me dijo mientras con un dedo repeinaba un mechón rebelde desengominado por el vaivén del amor.
- Para ser putilla, con perdón de la expresión, eh - le remarqué -, hay que ver qué arte tienes para leer las cabezas, hija mía.
- Es que soy licenciada en Psicología.
- ¿Ves tú? Es lo que tiene irse de putas finas, que por el precio de un servicio te llevas dos para casa.
- Y bien, azucarito, ¿Me lo vas a contar?.
- Hombre, pues...

Le miré los pezones, erectos y desafiantes a mi paladar y, no sé si porque esa noche me había bajado la regla antes de tiempo o porque el whisky estaba caducado y me había hecho mal efecto, el caso es que empecé a hablar, a hablar y a hablar con una incontinencia nunca vista. Supongo que llevaba esperando ese momento, sin saberlo, desde hace tiempo. Supongo que estas cosas, tarde o temprano, hay que desecharlas, expulsarlas y tirar de la cadena. Yo mismo fui el primer sorprendido.

- ¿Tienes prisa? - le dije encendiéndome un Lucky.
- Ninguna, cariño. Eso sí, dame 5 minutos y cancelo todas las citas posteriores.
- ¿Muchas?.
- Oh, bueno, 6 o 7 servicios - me contestó alargando la mano hasta la mesita de noche para coger el móvil.
- Te haré perder dinero.
- No te preocupes, voy sobrada. Además, esto no me lo pierdo por nada del mundo. Creo que tú lo necesitas y yo estoy dispuesta a escucharte.
- ¿Por qué? ¿Por qué lo haces?
- Porque me caes bien.
- Pero uno de esos clientes podría ser un Richal Guer de la vida...
- Prefiero a Chals Bronson.
- Eres un cielo, Amparo. Un poco putilla, pero un cielo. Y encima, la Vírgen del Carmen te ha dado una cabecita primorosa.

Respiré profundo y rememoré una primera escena de la película que estaba a punto de desvelar. Era Verano, mes de Agosto, un día espléndido, soleado y de alta graduación. Ese día habíamos decidido ir al parque acuático llamado "La Isla Fantasía". Los chavales y yo. De excursión a pasar el día en las famosas instalaciones patrocinadas por Justo Molinero, TeleTaxi, Automóviles Conchita y Jamones Enrique Tomás, tú me entiendes lo que te digo, no. Bueno, pues...

- ..., oye, ¿tú estás segura de que quieres que continúe?.
- Sí.
- Bueno, pues deja de manosearme el cacharro que si no no puedo concentrarme.
- Perdone usted, Señor Delicado - me contestó riendo.

No había vuelta atrás.

- Bueno, como te iba diciendo... Oye, creo que voy a necesitar unas cervecillas para esto.
- No hay problema. Tengo la nevera llena. Están en su punto.
- ¿Es una broma, no?.
- No.

No iba a desperdiciar la ocasión. Necesitaba hacerlo y ahí tenía mi oportunidad, la cual, todo hay que decirlo, yo lo reconozco, no tenía ni idea de que existiera. La miré a los ojos, mu fijamente, y le dije:

- ¿También haces quinielas?
- Si me acuerdo, sí. Y nada de a boleo. 12 acerté hace un par de semanas.

Obvié hacer más comentarios sobre su persona. Me abrí una primera lata de San Miguel (Paco, adelante, sin miedo; solo es una cerveza; una nevera llena de cervezas, mejor dicho; una putilla que está buenísima en pelotas y hace quinielas, y una historia como cualquier otra). Y le relaté todo con puntos, comas, rotondas, cedas el paso y sin omitir un solo detalle. Todo, todo, todo.

TO BE CONTINUED.