Blogoteca 20 Minutos

jueves, 18 de febrero de 2010

La criatura.

1.

Los Viernes, si no hay nada raro de última hora que me toque un poco los huevos (como siempre ocurre con muchas personas, pobrecitas, que siempre de acuerdan de cagar cuando todo el mundo ya ha salido por la puerta o está montando en el autocar), siempre me recojo a las 14:00h. y ya no vuelvo a trabajar hasta el Lunes. Está muy bien porque hago mi último business y hala, a tocarme la chufa; a vivir que son dos días, tú me entiendes. Bueno, pues cojo y me vuelvo para casa pero antes de subir me gusta tomarme mi Martini negro con sifón con el colega que pille a mano, tranquilito, en la terraza del Carmona que es un bar que hay al lado del kiosko y que da a un parque infantil; uno de esos que ahora hace el Ayuntamiento para que las criaturas corran y se descalabren en esos columpios tan raros, sabes. Que si un tobogán de acero que cuando les da el solano y te tiras por él te dejas grandes tiras de piel pegadas en el tubogán y te quedas como Nikki Lauda . Que si un fuerte apache de madera lleno de agujeros sin barandillas para que los niños se caigan y se abran la cabeza. Una tirolina para jugar a los Hombres de Harrelson y dislocarte los hombros por el camino. Unas cosas con muelles y te llevan de un lado para otro como un muñeco de feria. Y luego un cosa redonda que da vueltas y vueltas y vueltas y los niños se montan y te potan luego toda la merienda. Unas cosas raras de cojones, oye. Pero bueno, como parece que los niños disfrutan, pues nada.

A lo que íbamos. Yo cojo entonces y me tomo más a gustico que todas las cosas mi Martini con mis olivitas, mis bravas y mis boquerones antes de subir para casa, vale, viendo pasar a las chatis con sus carnes y sus bonitos andares, todo con mucho arte. Bien. Hasta aquí todo correcto. Sin delincuencia alguna, vamos. Total, que estábamos sentados el Pedrito (El Cascas; el del gimnasio) y yo. Los dos de puta madre, puestos al solete. Hostia, qué gustito, hostia, qué bien; Viva la vida de Coldplay y tal, vale. Los dos sentadicos ahí que parecíamos un cromo. En la gloria, como dos marqueses. Y en esas estábamos, controlando una pedazo de hembra en minifalda, a punto de introducirme un boquerón en la boca, bien remojado en su vinagreta, cuando de sopetón...PATAPAM!!!!

- Coño, mecagoen.... Pedrito, cuidado que se cae el Martini!!!

Pelotazo en la mesa. Manchurrón de aceite. Menos mal que llevaba puesta la ropa del trabajo. Viene una criatura que no tendría más de ocho años a coger el balón. Con el pelo todo rapado al remochón menos una coletilla detrás en la nuca y un pendiente en la oreja.

- Perdone, señor. Es que se nos ha escapado la pelota. ¿Me la puede dar?.
- Toma, hijo, toma. Y ten cuidado para la próxima, Maradona, que casi nos tiras el Martini.
- Muchas gracias, señor.

Se fue el chiquillo a seguir pegando balonazos.

- Hay que ver estos chavales, eh, Pedrito. Son el futuro.
- Lo que tú digas, Chumoski. Pero si me tira el Martini encima le meto como a los conejos. Mira qué zamarra que me he comprado nueva - me dijo mostrándomela -. Una pasta, ojo. Última tecnologia para el ejercicio físico.
- Tranqui, Pedrito, tranqui, que solo es un cachorrillo, hombre. Y además fíjate que tiene su educación y todo, eh - le contesté-. Pedazo de camiseta, sí señor.

10 minutos después. PATAPAM!!!!. En toda la cabeza. En la mía.

- Niño, ya me voy a cagar en tu padre, so cabrón!!
- Perdone, señor, perdone, perdone, que ha sido sin querer, de verdad de la buena. Que es que he ido a rematar así como lo hace Cristiano Ronaldo y no me ha salido.

El Pedrito se lo estaba mirando con cara de Rottwailer maltratado y muerto de hambre, tú sabes lo que te digo, no.

- Coño, niños, iros a jugar un poquito más lejos, hacedme el favor ya, cojones.

"Que sí, que sí, que perdone...", otra vez, y todo lo que tú quieras, y una sonrisilla que me pareció ver de medio lado (encima). La madre, que estaba de tertúlia comiendo pipas (como no podía ser de otra manera), desde el corrillo me miraba de reojo pero no le dijo ni mú al niño la muy chochona, cosa tambien bastante normal en los tiempos que corren. La colega, con unas mallas así como manchadas de leopardo, vale, con todo el tanga metido por el culo y unos pechos empitonados, bravos, astifinos y con riesgo, como los Miura. Las rayas de los ojos hasta las orejas. En fín, con personalidad y tal.

- Carmona!! Haz el favor, hombre, ponte dos Martinis más. Y tráete una de morros. Pedrito, vamos a tranquilizarnos, nen. Mira que simpática la chinita que viene por ahí.
- Un poco cabezona, pero seguro que tiene un matojillo más bonico que todas las cosas.
- Qué mangurrián estás hecho, Pedrito.

Supongo que alguno ya se estará imaginando lo que sigue. Seguro. Pero la cuestión es que no escribo estas palabras para hacer la típica gracia, sino para que sus deis cuenta de que la vida no siempre huele a Lou Lou C'est moi de Cacharel.

Efectivamente. 15 minutos (no más) después. PATAPAM!!!. A tomar por culo los Martini que nos había puesto el Carmona. A tomar por culo la tapa de morros. El servilletero. Los móviles y las llaves por el suelo. Los restos de bravas encima mía. El plato de los boquerones en vinagre encima del Pedrito. Pedrito en vinagreta. El Carmona que viene corriendo con los trapos. Y yo que me levanto ya de la silla.

- Me voy a cagar en tus muertos!!!
- Y yo en los tuyos, retrasao!!! - me dice la madre viniendo para nosotros.
- Señora, mire usted, no nos faltemos al respeto y a ver si ponemos un poquito de orden al niño cabrón este que tiene usted.
- Cabrón lo será su padre - me contestó.

Bueno, para qué te cuento la que se montó con la mujer leopardo. El niño diciendo todo el rato "que ha sido sin querer, mami, que ha sido sin querer, que te lo juro...". Las vecinas del corrillo que se acercan también para tranquilizar los nervios (y salir en la tele, claro; es un decir). Un ciclista con chichonera que venía por la acera que decide parar al lado para hacer el avituallamiento. Dos viejos que paseaban por allí que se paran y empiezan con eso de "hay que ver la juventud de hoy en día...". Una pareja de japoneses haciendo fotos. El Carmona con los trapos en el hombro, diciéndole a la señora "vamos a tranquilizarnos, mujer, que son cosas de chiquillos...". Hostiputa, nen.., por favor, por favor, por favor...

- Está bien, está bien... Solo son chiquillos a fín de cuentas - el niño no dejaba de hacer muecas como si fuera a llorar pero no soltaba una lágrima. Es más.., me miraba de reojo con una sonrisilla, el muy cabrón -. Además, señora, que un bellezón como usted no debiera enfadarse. Le van a salir arrugas, usted me entiende. Que es que además, y si me lo permite, con su permiso, está usted pero que muy bien puesta, oiga, las cosas como son.
- Pues mira, tú tampoco estás mal.
- Cumplidora que es usted, señora. Pero ya quisiera yo dar esa sensación de adolescente que usted tiene, mujer.
- Ay, qué cosas dice..!!!
- La verdad, señora, la verdad y nada más que la verdad.
- Por favor, no me digas "señora", entonces. Puedes llamarme Toñi.

(sabía yo que....)

En unos instantes pasé de una situación "posición de defensa-ataque personal" a tener un morcilleo importante en los bajos. El Pedrito seguía secándose. Sin decir nada. Se le veía concentrado en los manchurrones de aceite. Con un trapo y sifón. Me miraba de vez en cuando, sin decir ni pío, con la cara que pone Hulk cuando se pilla un huevo con la cremallera. Podía ver cómo latían las venas en su cuello.

- Pedrito. Mírame, Pedrito. Tranquilo, nen. ¿Vale?. Venga, va, vamos a pedir dos Martinis más. Tranqui, Pedro. Ya está. Venga. Respira, inspira, respira....

2.
Se fueron la marujas a su esquina del parque a lo suyo; a seguir comiendo pipas. La Toñi miraba para atrás de vez en cuando. Con un poquillo de resquemor, no creas. Y es que al Pedrito se le veía muy afectado. Llegaron a su rincón y siguieron dándole a la sinhueso. Nosotros seguíamos sentados, llenos de flujos gastronómicos de barra de bar. Vinagreta, aceite, all i oli... Pringados de arriba a abajo. Se metió el Carmona para dentro a enjuagar el trapo de limpiar la mesa y buscar otro servilletero. Se fueron los viejos esos de los cojones. También los japoneses con sus cámaras de fotos. Y el Cascas seguía con la miranda ausente. Perdida en el infinito. Como Dustin Hoffman en la peli esa del Tom Cruise, vale, tú me entiendes. El niño cabrón, a dos metros de nosotros, nos miraba de reojo botando la pelota. Desafiante. El muy hijoputa, oye. Entonces el Pedrito habló para decir siete palabras y una "coma". Casi me da un sobresalto y todo.

- 80 leuros a tomar por culo, Chumoski.
- Que no, Pedrito, que no. Tú tranquilo, hazme caso, que eso tú me la dejas y la Rosario con el Cebralín y el Fairy te la deja nueva, nen. No seas así, va. De verdad, tú hazme caso.

Aunque a decir verdad, yo no lo tenía muy claro que digamos. Las cosas como son. Y respecto de la camiseta, pues oye, la verdad es que era muy guapa. Una zamarra Nike de esas de ultimísima generación con tejidos tecnológicas y fibras de astronauta de la NASA, vale. Con los colores de mi Barça y con el escudo en el pecho. Una edición limitada, además.

-  Muchas gracias, Chumo, pero tú sabes que esto no tiene solución - me dijo -. Anda, pide la cuenta, por favor.

Me levanté, y justo cuando iba a cruzar la puerta al interior del bar, escuché cómo el Pedrito le decía al niño "acércate, hijo, acércate un momentito".

- Y una mierda te comas - eso el niño, sabes.
- Ven, hijo, ven, que te prometo que no te voy a hacer nada, te lo juro. Ven que quiero que veas una cosa.
- Que te follen.
- Yo conozco a Cristiano Ronaldo. Lo vi estas Navidades en Madrid. Y tengo aquí una foto suya dedicada. ¿La quieres ver o no?.

El niño se quedó callado. Un poco sorprendido, diría yo. Dio un paso hacia el Pedrito.

- Eso es mentira.
- Que no, coño. Sin rencores. Te lo juro. Si la tengo aquí mismo. No ves que yo de chico también jugaba al fútbol. Yo los buenos jugadores me da igual de qué equipo sean. Ven, que no estoy enfadado, ven. Que no te hago nada, en serio. Mira, ya verás...

El niño cabrón dio otro paso. Ahora estaba a menos de un metro. Yo lo estaba viendo todo desde la puerta del Carmona. Lo estaba viendo a cámara lenta, tú me entiendes, igual que en Matrix cuando las balas pasan al lado del Keanu Reeves, sabes lo que te digo, no. Paralizado por el terror y la sospecha firmada ante notario de que algo iba a ocurrir.

En un gesto rápido y veloz como Bruce Lee cuando repartía galletas María entre los necesitados en "Furia Oriental", el Cascas pilló de un brazo al niño cabrón y con la mano libre le arreó un pescozón que aquello sonó como cuando uno pega una palmada para espantar a las palomas. Un collejón de los que hacen historia. Con esas manos que parten nueces entre los dedos. PLAS!!! Madre mía...
El niño se quedó estupefacto, con los ojos muy abiertos y aparentemente llorosos, pero el tío no soltó ni una lágrima. Al menos en ese momento. Fíjate lo hijoputa que era, porque a los cuatro segundos empezó a chillar y llorar muy falsamente: "Maaaaaaamiiiiii...., maaaaaaamiiiiiiii...."

Vino la madre, claro. Y con ella todas las del corrillo. Salió otra vez el Carmona del bar. Se acercaron todos los niños que jugaban en el parque. Sus madres. Sus abuelas. Dos chavalitas que se mordían el labio y llevaban las faldas muy cortas. Un señor con una guitarra. Y dos japoneses, de nuevo; esta vez con cámara de vídeo. No eran los mismos de antes, aunque seguro que sí de la misma família. Solo faltaba el Cartman gritando aquello de: "Habeis matado a Kenny!!! HIJOS DE PUTAAAAAA!!!!!"
El terror.

- Mami, mami, mami - con el balón bajo el sobaco -, este señor me ha pegado una colleja.

Toñi, la mujer leopardo, miraba al Pedrito con los ojos inyectados en sangre. Con el móvil en una mano y la otra subiéndose la camiseta por el escote, cosa la cual mareaba sus estupendos pechos con un fantástico bamboleo, decía que iba a llamar a los Mossos.

- Gamberro!!! - dijo una vieja.
- Mire, señora, eso no es verdad - le dijo el Cascas a la Toñi -. Su hijo se ha resbalado con la pelota y se ha dado un cogotazo con el canto de la mesa. Yo he ido a cogerlo pero no me ha dado tiempo. Nada más que eso. Dios me libre a mí de ponerle la mano encima a ninguna criaturita. El chaval es un artista, no hay más que verlo, y con su buen corazón ha querido hacerme un regate de esos difíciles que hace el Cristiano Ronaldo, para enseñármelo, usted sabe, y se ha dado el coscorrón.
- Mentira, mami, mentira!!!!
- Es verdad, Toñi - intervine entonces-. El niño en su buena voluntad ha querido hacernos una demostración para hacer las paces y se ha caido él solito.

La Toñi echaba humo. Y ya estaba marcando en el móvil cuando se escuchó una voz detrás del gentío

- Es verdad lo que dicen porque yo lo he visto - era Paco, el del Kiosko. Yo me lo miré como diciendo "Paco, ¿qué coño estás diciendo?".
Y ahí se quedó la cosa. Gracias al Paco con su bata azul, que había salido del Kiosko con un Private XXX en la mano porque su testimonio imparcial y ajeno a la situación resultó fundamental  para la credibilidad de la Toñi.
- ¿Por qué has hecho eso, Paco?.
- Porque te debía una, Chumo. De cuando me pillaste con la golfilla aquella con la que habías quedado frente al kiosko, limpiándome el sable. ¿Te acuerdas, no?.
- No me voy a acordar, so cabrón. Como para olvidarse.

Le di las gracias al Paco y cogía al Pedrito, pagamos y nos fuimos antes de que la mujer leopardo sospechara algo ya que el niño parecía encabritao con la conclusión de la colleja y no dejaba de insistirle.

- Te habrás quedado a gusto, Pedrito.
- No lo sabes bien, Chumoski. No lo sabes bien.
- Salgamos de aquí cagando leches, anda, que me tienes contento.


FIN.