Blogoteca 20 Minutos

jueves, 25 de febrero de 2010

Noche de Fiesta. (Cap. 3)

El Jose Luís desapareció detrás de una cortina llena de mierda con la rubia delgaducha. El Tirilla estaba detrás de un macetón muy grande, sentado al lado de una chavala que tenía la cabeza entre sus piernas y la movía como si...., bueno, no sé cómo explicarlo... A ver, que yo no quise pensar mal y ustedes me van a perdonar la grosería, vale, pero que vamos, que así a bote pronto parecía como si le estuviera comiendo el rabo (con perdón de la expresión). Y con devoción y respeto ademas, cuidao. Una cosa muy fina, oye. La cuestión es que al Tirilla se le veía tras el macetón, el gintónic en una mano y el Marlboro en la otra, una cara de felicidad que para qué, sabes. Luego, el Albertico, con otra jamona con las piernas llenas de varices y las tetas cada una mirando para un punto cardinal distinto, se subió escaleras arriba. Otro que triunfa. Y por último el Davilín, bailando con mucho estilo, cubata en mano sin derramar una sola gota (como tiene que ser, ojo), con dos hembras que cada vez que se agachaban un poco se les veía el Big Mac, tú me entiendes.

Yo a esas alturas no estaba seguro del todo, pero como discoteca desde luego se me antojaba que era un poco rarita, vale. Qué lástima no haber conocido un sitio así de cuando era más jóven y tenía melena. Con unas chicas tan simpáticas.

- Oooooye, papi, ¿tú quiére que nosoootro nos subáaaamo a un sitio más romantico mi amooool.
- Mujer, yo no quisiera molestar.
- Noooo, mi amooool, para nada tú sábe. Si tú quiére yo esta noooche soy toooda tuuuya. Mira, papi, ¿no te gusta mi cueeelpo?.

Acto seguido se sacó un tetón para fuera del sujetador. Su gigantesco pecho, libre sin ataduras encosertadas, me miraba con un pezón como un pitorro para hinchar colchonetas de playa, rodeado de una circunferencia del tamaño de una torta de aceite bañada en Cola-Cao. Me coge la mano con un ágil y veloz movimiento ("esto es Aikido, sin duda alguna", pensé al instante) y se la pone, primero en la torta de aceite chocolateada tamaño familiar, y luego en todo el mojino. Toda para dentro, hasta el reloj. Fue en ese preciso momento cuando supe que yo tenía razón: esta muchacha no llevaba bragas. Pero que bueno, que no pasa nada, joder. Todo el mundo tiene derecho a ir por el mundo como le salga de los cojones. Hombres y mujeres.

Temí al principio por la integridad de mi mano. Y luego, por el reloj, el cual también había perdido de vista y me había costado un pastón en Canarias. En mi vida había visto cosa igual y en ese momento no había nadie cerca de confianza que me asegurara que no estaba ante un coño caníbal. Me inquieté un poco, pues no conozco todas las costumbres de todos los paises extranjeros, joder. Eso sí, el cipote se me puso como la lanza del Rey Arturo, a saber: larga, dura y acabada en punta. Y sin ayudas artificiales, ojo. Se me notaba mucho y no pude evitar ponerme como un tomate. Ella al momento se percató del asunto y, con una expresión maternal ("qué vergüenza, Chumoski!!!") coge, y con otro rápido movimiento de Aikido (pudiera ser Jeet Kune Do, incluso) me echa mano al paquete (paquetón en mi caso aunque esté mal que lo diga), y me dice así muy suave, con ese acento con el que ella hablaba:

- Aaaaay paaaapi, pero qué maravilla tiéne tú entre las pierna. Tú no te vá a il sin dejarme probal esto, ¿verdá mi amoool?.
- Oye, Pamela...
- Dime, paaapi.
- Tú no serás caníbal, ¿no?.
- ¿Cómo diiiice paaaapi? Ay, yo no te entieeeendo, guaapo.
- Nada, es igual, cosas mías, reina. Camarero!!! La cuenta, hazme el favor. El agua de la señorita y mi cubata.

Y viene el tío dejando un rastro de Súper sin Plomo detrás de la barra y me dice: "son 50 euros, caballero".

- ¿Cincuenta qué?. Cincuenta estofados de ternera con papas es lo que te tienes tú que comer todos los días para ver si te sale aunque sea una poca de pelusilla en el pecho. Haz el favor y déjate de cachondeo, hombre. Cuánto es la cuenta, va. Tenemos un cubata y una Vichy.

- Son 50 euros, caballero.
- Pero vamos a ver qué me estás contando, muchacho!!

Justo cuando ya estaba yo empezando a sacar los dientes para fuera y poner los ojos del revés como los tiburones blancos, se me acercaron tres primos de King Kong.
Gorilones = 100 kilos x 3. Chumoski = 67 kilos x 1.
Conclusión:

- No se preocupen ustedes, que ha sido un malentendido, señores, así que venga, que corra el aire no sea que al final tengamos un problema.

La actitud es fundamental en estas situaciones. Hay que mantenerse firme. Con dos cojones.

- No tengo cambio, pingüino. - le dije al camarero tendiéndole un billete de 100.
- No se preocupe, caballero.

Los primos de King Kong se esfumaron a sus quehaceres rutinarios. Bien a cascar nueces con el ojete, bien a hacer sudokus nivel experto o a resolver integrales; tanto da, sinceramente. La cuestión es que yo ya estaba más tranquilito. Pamela, todavía a mi lado, se estaba repasando los morros con un pintalabios con un espejito de mano. Necesitó varias pasadas para colorearlo todo.
Se acercó el Davilín para comprobar que todo estaba en orden mientras me guardaba el cambio en el monedero.

- Todo en orden, Davilín. Gracias, nen.
- Mira, Chumoski - me dijo de nuevo con su manejo habitual -, atiéndeme un momentito, por favor. Esta señorita tan limpia y educada... - y dirigiéndose a ella, añadió-, por cierto, buenas noches, señorita, disculpe usted que no me haya presentado. Me llamo David, encantado de conocerla. A sus pies.

- Hooooola mi amooool. Qué guaaapo ére tú tambiéeeen.

No veas el Davilín el palique que tiene el tío, sabes. El palique y que no le quitaba ojo tampoco a los desaforados tetones de la Supermulatona Atómica.

- Como te decía, Chumoski, quería aclararte, con tu permiso y aún a riesgo de parecer atrevido, y añado que por eso te ruego consideres a bien estas humildes palabras, que esta bella cortesana que a tu lado embellece sus rasgos faciales, ya de por sí talentosos y equiparables a los de una venus de ébano (en este punto Pamela lo miraba embelesada), no se dedica, precisamente, al noble oficio de la costura o del pastoreo romántico de párvulos borreguitos en el prado. ¿Comprendes lo que te digo, Chumo?.
- Hombre, pues...., a decir verdad.... - le contesté-. ¿Tú crees entonces que puede ser caníbal?.
- No exactamente en los términos y significado literales a los que, estoy seguro, te estás refiriendo. Pero te aseguro que sí lo es, en cierto modo, si aludimos a la metáfora y mesuramos la cantidad y calidad de ciertas prácticas orales de las que, estoy convencido, la señorita es toda una artista en su planteamiento inicial y, posterior ejecución.
- Davilín... - le dije. Pamela nos miraba a uno y otro sin pestañear. Sus labios ahora refulgían de rojo centelleante.
- Dime.
- No acabo de pillarte, nen. Es por culpa del Tirilla.
- No te preocupes, Chumoski. Es muy sencillo. Mira, esta belleza de ébano, de generosas, prietas y abundantes carnes, capaz de hacer palidecer a las engreidas diosas del olimpo, te ofrecerá sin pudor alguno la voluptuosidad de su anatomía, rica en grasas saturadas, hasta los rincones más profundos de la misma, para tu uso y disfrute personal, a cambio de un dispendio estipulado previamente por las tarifas sobre las que ella misma basa su actividad profesional.
- Aaaaaay mi amooool, tú ére un poeta guapíiiiisimo.
- Entonces - le dije al Davilín-, eso quiere decir que... - esforzándome por hacer cara de que sí, de que sabía de lo que hablaba.
- .... que esta señorita es una hetaira, Paquito. Que ejerce la denominada como profesión más antigua del mundo, en definitiva. Una señorita sueltecilla de cascos, Chumi, para que me entiendas.
- Hombre.., yo la he visto así como muy cariñosa, vale. Eso te lo reconozco. Mira si no cómo se me ha puesto el ciruelo, nen. Hasta me duele y todo, eh. Pero que también digo yo que todos tenemos necesidad de amor, macho. Y si la chiquilla pues es así de cariñosa...., ¿qué mal le hace al mundo con lo bonito que es que las personas humanas se quieran?
- Mira, te lo digo de un modo más explícito, y espero que no te ofendas. Con su permiso, Srta. Pamela - añadió sin perder de vista el megapezón -. Paquito, esta dama es una fulana. Una concubina. Una mujer de vida alegra, que se dice. Un putón. Aunque esta en concreto, más que putón hace pinta de reputón, para que me entiendas. Así que tú coges, le echas un polvo, le pasas luego la VISA por el coño (tremendo coño por lo que veo, además; ¿dónde está tu mano, Paco?), y aquí paz y después gloria, vaya usted con Dios y hasta la próxima.

- ¿Es verdad eso, Pamela?

Ella me miraba con sus grandes ojos de gato de Shrek y una sonrisa en la boca con esos labios capaces de exprimir seis o siete kilos de plátanos y hacer zumo para una comunidad de vecinos.

- Aaaaaaaay, mi amooool, mira, vámo p'arriba y yo te explico. ¿Tú quiére, paaapi?. Aaay, no te me enfaaaade, mi vida, que tú me gustas muuucho. Ére muy guaaaapo.

El Davilín se volvió a la pista para seguir bailando con las socias del Club Big Mac Sin Pelos, las cuales le hacían gestos desde el fondo del local para que se diera prisa. Por el camino se iba partiendo la caja él solito. El muy cabrón. Yo me miré de nuevo a la Pamela de arriba a abajo, tranquilamente, todavía con la mano (y el reloj) dentro de su coño, y encendiéndome un Lucky con la otra.

- Pamela, Pamela..., menuda bichilla estás hecha. Me tienes el corazón arrebatao. Haz el favor y tira para arriba, anda, que vamos a hablar muy seriamente tú y yo.

Y por las mismas escaleras que subió el Albertico y la de las varices nos fuimos. Yo con el cipote con las venas como un pantalón de pana gorda, y la Supermulatona Atómica, delante de mí, con sus cerca de 120 kilos (a ojo), repartidos principalmente entre los milagros que tenía por pechos y su incomensurable y desafiante pandero.


TO BE CONTINUED.

Noche de Fiesta. (Cap.2)

- Eeeeemmm...., oye, Tirilla, qué te iba a decir yo... ¿tú estás seguro de que este sitio es de lujo?. Es una discoteca un poco cutre, ¿no?.
- Bueno, así visto desde fuera no lo parece mucho, vale, pero es porque que estamos hablando de un lujo así tirando más a casero, sabes. Pero eh, que oye, que ahora cuando entremos tú verás qué chavalas. Sálvame de Luxe, Chumoski, te lo digo yo. Im-presionate, ya verás. Mira, ahí están los compis.

Delante de una puerta de color morado, sita entre una carnicería y un videoclub con el cartel de "Cerrado porque no hay más cojones", estaban el Davilín, el Jose Luís y el Albertico. Un Pitbull con gafas de sol (a las 02:00h. de la madrugada), americana negra H&M y la colección Primavera-Verano de bisutería tunnera colocada estratégicamente en sus dedos, cuello y orejas (ah, y en una ceja también) estaba apostado en el dintel de la puerta. Controlando el percal. Me alegré personalmente porque eso quiere decir que estamos hablando de un local decente donde se vigila la integridad física del personal. Muy bien por el Tirilla, oye.

- Hombre, hombre, hombre...., pero cómo estamos Sr. Chumoski!!!. Como siempre por lo que veo, alicatado de arriba a abajo, como un marqués, eh. Venga un abrazo, joder!!! Pero qué artista estás hecho!!! ¿Cómo va el gimnasio? Te veo más cachas, eh!!!
- Que te den por saco, cabrón.

El Jose Luís es muy buen chaval, y muy cariñoso también, pero a veces se me dispersa un poco. Qué duda cabe que si la sombra del ciprés es alargada, la Ruta del Bakalao lo es más aún en este caso. Pobre. Menudo pollo montó este año en la Cabalgata de Reyes del barrio, sabes. Madre de mi vida. A pesar de sus posteriores y reiteradas disculpas todavía hay una vieja que cuando lo ve venir se cambia de acera.

- Pues no sé, Chumi, en serio. Yo lo último que recuerdo es que me llevaban en volandas. Se conoce que comí unos plátanos en mal estado, sabes.
- Ya. En mal estado. Claro. Joder, Jose Luís, la que montaste con el reparto de caramelos, nen. Que tuvieron que venir los Geos y todo, padre.
- Y espérate, que luego estuve dos semanas enteras sin cagar, Chumoski. De los putos plátanos, nen.
- Has acabado ya los servicios sociales que te mandaron??
- Sí. Esta misma tarde. En un Geriátrico. Buá, los abueletes llorando y todo porque me iba. Me he puesto mazo triste, sabes.
- ¿Y eso?.
- Hombre, tú verás, les he puesto el mejor Progressive que han escuchado en su vida. Y también algo de remember, claro.
- ¿A los abueletes?
- Pos claro!! Anda que tú también.... Tendrías que haberlos visto, nen. Menudos fiestones a la hora de la merienda con la leche y las galletas. Y alguno hasta me pedía de fumar y todo, sabes. Un puntazo. Más buena gente que todas las cosas, hostia. Una chinilla le he dejado al final al Sr. Bartolomé, para que se la fume él a su gustito.

El Albertico y el Davilín que se me acercan ofreciéndome psicotrópico. Otra vez. Tú verás. Pero bueno..., una noche es una noche. Ya me está entrando hambre.

- Albertico - le digo-. Qué sabemos de Han Solo y la Princesa Leia, fenómeno.
- Hombre, Chumo, benditos los ojos, mariconazo!!! Hoy vienes que te sales!!!. Pero si pareces un clik de Famóbil en la pasarela Cibeles!!! Cómo va todo?? Y la Rosariyo?? ¿Has probado otra vez la Viagra o qué? JAJAJAJA!!!!
- La Rosario bien, gracias. Y de lo otro pues nada, gracias a la Vírgen del Cármen me bajó la hinchazón y todo en orden. Nunca mais.
- La madre que te parió, Paquito. A quién se le ocurre - dijo el Davilín. Un tío con estudios muy bien puesto, que se viste por los pies, vale. Pero que no le des de fumar que pierde la compostura y le entra una risera floja que se mea encima-. Anda, vamos para dentro.
- Eso, eso, vamos para dentro!! - apostilló el Tirilla abriendo la puerta y dándole las buenas noches al Pitbull.

Qué discoteca más curiosa. Cuatro personas haciendo como que bailaban samba en medio de algo que parecía una pista pequeñita. Dos de ellas, sobre todo, haciendo el gilipollas, básicamente, porque desde luego a mí me daría vergüenza hacer el canelo como lo estaban haciendo. Dos puretones con cadenas en el cuello y sudores en la frente bailando delante de dos chavalitas mucho más jóvenes, sabes, y con unas faldas que parecían cinturones de esos anchos. Tenían la mirada del tigre (la de Rocky, para que me entiendas). Luego, la luz del garito muy floja y los colores de las paredes de color rojo. Toqué una y parecía terciopelo, vale, con unas lamparitas muy viejas sacadas de la casa de Hermann Monster. No sé, nen, todos parecían muy contentos, eso sí. Para mí que muchos ya conocían el garito este de antes porque se les veía como en casa, fíjate lo que te digo.

- Chumoski, ¿cómo ves el tema, nen? - me dice el Tirilla -. ¿Qué te parecen las chavalas? Míralas, están sentaditas todas allí al fondo.
- No, si ya..., si ya las veo. Esto es un poco raro, ¿no?. Nunca había estado en un garito con tanta hembra de tantos colores. Esto parece la ONU, Tirilla. ¿Y qué hacen todas juntas allí?. Y otra cosa te digo, nen: las de la pista me hacen pinta de ser un poco sueltecillas, eh. Mira, mira cómo se ronean delante de los puretones. A ese, tanto sudor no puede ser bueno. Está colorao como un cangrejo el tío. No sé, nen... Bueno, es igual, voy a echar un trago mientras disfruto de las vistas, Tiri, que estoy seco, padre.

Estaba con mi pelotazo y el Jose Luís con el suyo, tan tranquilicos, sentados en la barra. Miraba de reojo al camarero y luego al suelo, alternando, buscando los restos de aceite que iba soltando el gorrión, con la raya hecha en los ojos y una flojera en el garbo que para qué te cuento. Y ya de paso, controlando las distancias, sabes, no sea que tengamos un malentendido con tanta sonrisita y tanta mirada de gato. Y entonces me tocan en al espalda. Me giro así con la cabeza y, cuando veo que se trata de una hembra, me giro el taburete entero. Es una mulatona muy grande. Enorme. Gigante. La Supermulatona Marvel capaz de hostiar a Thor El Poderoso, por lo menos. Hostiaputa. En sujetador y unas mallas muy finas (igual eran medias, yo que sé) de color rosa que le marcaban a las claras todo el chomino (un chomino a proporción, tú me entiendes; el chomino más grande del universo). Se conoce que no llevaba ni bragas ni tanga ni ná de na. Y coge la colega y me dice:

- Hooooooola paaaaapi. Qué guaaaapo vienes mi amol. ¿Me invitas a una copita, machoooote?.

Tenía dos tetas que rebosaban la talla XXXL del sujetador como dos milagros. Mis ojos no podían abarcar tanto y casi me empieza una migraña, entiéndeme. Un culo que asomaba por los dos lados del taburete donde estaba sentada. Más grande que el de la Rosario y encima, por si fuera poco, respingón. A tomar por culo la ley de la gravedad. Estuve por preguntarle como es posible hacer eso sin ponerse una faja pero lo dejé estar porque no quería ser maleducado, tú me entiendes lo que te digo, no. Y tenía unos morros.... Madre del amor hermoso, eso te saca hasta los líquidos segoviales de las rodillas. Te absorbe la vida entera y la piel se te arruga como un higo seco en las películas de miedo. Por-fa-vor, qué labios. Si son tan grandes como los de abajo, joder!!! La hostia!!!

Miré al Jose Luís y vi que también estaba hablando con otra hembra. Esta era una chavalita rubia y delgaducha; también con poca ropa. "Joder, qué sueltas van todas aquí ,nen", pensé.

- Yo te invito a lo que quieras, hermosa. Faltaría más. ¿Cómo te llamas, reina?.
- Pamela, mi amol.
- Hay que ver qué nombre tan bonito. Pamela. Como la de Dallas y el J.R., eh. Nada, hombre, pues mucho gusto. Yo me llamo Paco. Pero me puedes decir Chumoski.

Pillé al José Luís que me miraba de reojillo, así por encima del hombro de la rubia, riéndose el muy cabrón. Yo también me reía. Íbamos más fumaos que los indios apache en Navidad, tú me entiendes. Y las hembras, muy majas visto lo visto. Un poco atrevidas para mi gusto, pero muy majas de trato, eso sí.



TO BE CONTINUED.